Audición nº 09: Ave Maria (Schubert)



Es la canción de Ellen de un poema épico de Sir Walter Scott "La Dama del Lago" (y no Ave María, como suele denominarse).
Pues no, no es una obra religiosa, ni se corresponde con la famosa oración del rosario, ¡ni siquiera se titula Ave María!
 Ahora bien, como las dos primeras palabras de su letra son las únicas que normalmente entendemos los castellano parlantes, es posible que Ellens dritter Gesang (en alemán, Tercera Canción de Ellen) permanezca para siempre en el acervo popular como el Ave María de Schubert.
 Sin embargo, en sus orígenes, esta canción tenía poco de pía. Se trata del penúltimo lied perteneciente a un ciclo de siete, cuya temática se parece más bien a la del cine de aventuras: espadas, reyes, acción y la lucha encarnizada de tres caballeros por el amor de una hermosa dama.

Schubert se basó en una traducción de The lady of the Lake, un poema épico de Walter Scott publicado en 1810 y muy influyente durante el siglo XIX.
Está dividido en seis cantos que se corresponden con el tiempo de la acción, pero la trama resulta un tanto farragosa y combina 3 historias.
Por un lado, están los tres caballeros que se quieren ligar a la Dama del Lago (Ellen Douglas).
Por otro, la enemistad del padre de Ellen, James Douglas y el rey de Escocia, James V.
Todo ello, en el contexto de una guerra entre clanes escoceses. En fin, un lío que acaba, milagrosamente, con todos felices y la Dama casándose con el Rey.
En el momento en que Ellen canta su tercera canción, sin embargo, se encuentra escondida con su padre en la Cueva del Duende huyendo, precisamente, de James V.
Por ello invoca y pide la protección de la Virgen María.
Por lo demás, y aparte de las dos primeras palabras de la letra (que se repiten en el estribillo), esta no coincide con la oración latina, si bien, en arreglos posteriores, se ha adaptado el texto católico a la música de Schubert.

No obstante, el lied, como género musical característico del siglo XIX fue fundamentalmente pagano.
Se trataba de canciones sencillas (tienen su origen en la tradición luterana que abogaba por una música cercana al pueblo, comprensible), consistentes en una sola voz con acompañamiento para piano y basadas en poemas literarios.
 En ellas el objetivo era llevar la expresividad de las palabras a la música.
Por ello, no es de extrañar que fuera precisamente durante el Romanticismo (un periodo en el que se enfatizaban la fantasía, los sentimientos, la capacidad evocadora de la música…) cuando este tipo de composición alcanzó su mayor auge, de mano de compositores como Shubert precisamente, y, posteriormente, Schumann.
Otra posible razón de su éxito fue, precisamente, su sencillez: en el siglo XIX la música se «democratizó».
Apareció un nuevo público burgués, anónimo, que no sólo llenaba las salas de conciertos sino que también empezó a demandar obras que poder interpretar como aficionado.
Esta es la razón de ser de todas las «pequeñas formas musicales» propias del siglo XIX (lieder, nocturnos, valses, impromptus…), del reinado incólume de los intrumentos románticos por excelencia (a saber, piano y violín) y de todas las sociedades filo-?musicales que aún perduran en la actualidad (desde orfeones a sociedades filarmónicas). 

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